La segunda ola de la Covid-19, una herida psicológica más profunda.

La primera ola del coronavirus, que nos supuso el confinamiento allá por marzo, impactó de forma frontal contra nuestra mente y en su forma interpretar y de entender las relaciones interpersonales y el mundo. Ya nadie cuestiona las consecuencias y secuelas psicológicas de lo vivido entonces (ver en este mismo blog el artículo titulado “Estudio empírico sobre el impacto psicológico del confinamiento por el coronavirus”) El estrés, la ansiedad, el miedo a ser contagiado, los trastornos del sueño, la incertidumbre o la depresión se han mostraron como algunos de los trastornos psicológicos asociados a la Covid-19.

Ahora nos encontramos, aun perplejos y algunos en un estado de negación o de no querer aceptar esta segunda ola. Al daño psicológico vivido hay que añadir esta nueva retraumatización, lo que supone un agravamiento en el estado mental de las personas aumentando su sufrimiento y el riesgo de transformar, lo que para algunos fueron síntomas agudos en crónicos.

Los cambios en la convivencia que como consecuencia de las limitaciones vividas y del confinamiento se soportaron a duras penas, ahora se pueden recrudecer.

El teletrabajo, que algunos recibieron como un regalo (regalo envenenado), ahora toman conciencia de los peligros y dificultades que lleva en sí mismo, en cuanto un aumento de carga y exigencia laboral y la indefinición de un espacio diferenciado que ayude a limitar psicológicamente lo laboral y la propia vida personal o familiar.

El incremento del consumo de sustancias (sobre todo el tabaco, cannabis y el alcohol), de psicofármacos, apuestas online, consumo de videojuegos, redes sociales, alimentos de alto contenido calórico y televisión que vivimos a principios del año ahora se pueden disparar sino lo prevenimos y abordamos a tiempo.

En esta segunda ola las personas afectadas por los ERTE o los autónomos ante ese nuevo cese brusco de la actividad y falta de recursos se hunden estrepitosamente económica y psicológicamente. Sus expectativas sobre el futuro se tornan de un color negro alimentando así el monstruo de depresión y las ideaciones suicidarias. Ante tal situación de incertidumbre, algunos se muestran resignados otros exhaustos, tristes, agobiados, decaídos o simplemente hundidos.  

El sufrimiento o malestar psicológico general de la población se ve incrementado más aun en esta segunda ola por la falta de información veraz, por el desconocimiento de cómo afrontar de forma eficaz este virus, por la baja percepción de control ante esta pandemia mundial, por la incertidumbre laboral o la perdida de trabajo, por las consecuencias económicas, por los miedos asociados a contagiarse  uno mismo o la persona allegada y la consecuencia del posible fallecimiento o por las consecuencias psicológicas de ansiedad o depresión que pudiera estar padeciendo.

¿Realmente estamos preparados o nos estamos preparando psicológicamente para esta segunda ola? ¿Hemos pensado que pasaría si además de esta segunda ola hubiera otras?

La aportación de la psicología en la población se plantea crucial en el aprendizaje de hábitos preventivos, en la modificación de conducta, en la gestión de las emociones, la regulación de la ansiedad, la elaboración de los duelos, el tratamiento y prevención de las depresiones y tantos problemas que aquejan cada vez mas a las personas.