En los tiempos que corren del COVID-19 más que nunca nos enfrentamos a la muerte traumática y a los duelos complicados que nos asaltan y perturban el sueño que es vivir. Siempre sin ser invitados en los familiares primero y en la sociedad después porque todos somos lo mismo compartiendo el mismo destino, pero no así en el contenido, en el mientras, que lo es todo y que vamos construyendo a base de golpes, para qué nos vamos a engañar.
Ahora es el tiempo de aprender a hacer el consuelo auténtico exhibiendo nuestra parte más humana en esa desnudez que nos iguala. Es el momento de destapar nuestra capacidad de acompañar a otra persona en el sufrir, en la escucha íntima y atenta del dolor, sin huidas, sin rellenos, en silencio, estando en el dolor, solo estando.
Facilitemos la expresión del sentimiento de sufrimiento, sin cortarla, sin bloquearla, solo estando.