La pandemia y el incremento del síndrome de burnout entre el personal sanitario
Mas del 50% del personal sanitario está sufriendo síntomas de desgaste profesional o burnout. Los síntomas de fatiga crónica o agotamiento, ansiedad, estrés se hacen cada vez más presentes en los sanitarios lo que está llevando a una cuarta parte de los facultativos dejar la profesión.
Entre las consecuencias de este desgaste profesional están el cansancio extremo o agotamiento físico y emocional con abatimiento, sentimientos de impotencia y desesperanza; sentimientos y actitudes negativos con respecto al trabajo; inhibición empática junto con el deterioro progresivo de la eficacia profesional; deterioro cognitivo con dificultad de concentración y pérdida de memoria; deterioro de la personalidad; disminución de la resistencia inmunológica; riesgo de conductas adictivas (alcohol, hipnosedantes, etc.)
El “burnout”, o síndrome de profesional quemado, fue descrito por primera vez por Freudenberg (1974) y conceptualizado por Maslach (1981). Esta reconocida enfermedad se experimenta en un contexto laboral que requiere contacto directo y continuado con personas como pueden ser las profesiones sanitarias, educadores y agentes de apoyo social.
La sobrecarga laboral en los sanitarios está derivada de la alta exigencia y responsabilidad, la fuerte presión asistencial sumada a la insuficiente información y recursos, una presión ambiental estresante, tener que tomar decisiones de las que dependen la vida de personas, el compromiso e implicación excesiva en el trabajo o el propio riesgo físico asumido. Asimismo, estos trabajadores sanitarios se ven sometidos a unas condiciones laborales que están implicando turnos de trabajo (incluidos los nocturnos) y horarios desmedidos sumados a la presión asistencial y burocrática.
A todo esto, se debe sumar el pánico a enfermar y a contagiar a los propios familiares (parejas, hijas-hijos, padres-madres) o convivientes, con la responsabilidad que implica, lo que actúa como un factor de riesgo añadido.
La continuidad de esta crisis y su exigencia da paso a los problemas psicológicos ansioso y depresivos junto con trastornos del sueño aspecto este que diferentes investigaciones han demostrado su papel en el mantenimiento del desgaste profesional. Una disminución del sueño inferior a las 6 horas aumenta el riesgo de presentar esta enfermedad del “trabajador quemado”. Las personas que tienen dificultad para dormir presentan una activación antiestrés de sus organismos sobreactivándolo psicofisiológicamente. Todo esto conducirá a que la sintomatología se agrave y debuten problemas de corte psicopatológico.
Existen tratamientos psicológicos que permiten disminuir la hiperactivación psicofisiológica favoreciendo la regulación emocional, la adquisición de destrezas de afrontamiento del estrés, así como tener una buena psicoeducación sobre la enfermedad y sus fases. Al mismo tiempo estas intervenciones psicológicas logran la regulación de los hábitos de sueño y facilitan el autoconocimiento y la introspección sobre cómo las características personales pueden contribuir al mantenimiento de la enfermedad para de esta forma tener una mejor gestión y mayo capacidad de afrontamiento sobre este agotamiento profesional.
Dr. Ricardo Bravo de Medina
Psicólogo Especialista en Psicología Clínica
