El trastorno de ansiedad y su incomprensión

“Existen personas que desprecian lo que no conocen”

Tener la desgracia de padecer un trastorno de ansiedad lleva aparejado, en la mayoría de las ocasiones, la incomprensión o el desprecio de quien no conoce o no ha padecido nunca este trastorno psicológico. Siendo aún más hiriente cuando son los familiares, la pareja o el grupo de amistades cercano o conviviente quien no termina de entender esta enfermedad y se relaciona con la persona enferma con peticiones o expectativas irracionales, con actitudes condescendientes o con críticas que devalúan y llegan a denigrar a la persona sumiéndola en un dolor y angustia emocional severo.

La persona enferma incrementa sus miedos al hecho de temer de que se cansen de uno y lo abandonen. Le cuesta expresar, verbalizar, poner en palabras la propia experiencia emocional, cognitiva y fisiológica que se está produciendo en su interior. Las vivencias ansiedad se convierten en un gran peso que tiene que soportar en soledad.

Los ataques de pánico, la angustia crónica, las reacciones agorafóbicas, las preocupaciones múltiples excesivas y continuas, el malestar psicosomático (aceleración de ritmo cardiaco, palpitaciones, sudores, temblores, dificultades en respirar, sensación de ahogo, dolores o pinchazos en el pecho, sensaciones de mareo e inestabilidad, náuseas, sensaciones desagradables abdominales, adormecimientos u hormigueos en diferentes partes del cuerpo, escalofríos o bochornos), compulsiones, despersonalizaciones, desrealizaciones, con su terror interno y congestión psicológica perdiendo sus capacidades cognitivas  de atención, memoria y concentración entre otras.

Todo esto y mucho más se convierte en el día a día en la precaria situación psicológica que tiene que soportar el enfermo de ansiedad. Unos días se enfrentará a crisis espontáneas que le pueden aparecer llevando a cabo actividades cotidianas o rutinarias como dar un paseo o leer un libro. Otros días aparecerán crisis al exponerse o anticipar determinadas situaciones concretas. Otros, al padecer una enfermedad corriente como un catarro, lo cual suele ser frecuente debido a que la propia enfermedad hará que el organismo se inmunodeprima volviéndolo más vulnerable a todo tipo de infecciones víricas o bacterianas. Asimismo las alteraciones somáticas que la acompañan como pueden ser cardiovasculares, respiratorias, gastrointestinales, dermatológicas, genitourinarias y del aparato locomotor (acumulación tensional en músculos y articulaciones) alimentan la angustia en un circulo vicioso.

El trastorno de ansiedad en la mayoría de los casos necesitará como poco de seis meses a un año para poder empezar a entenderla un poco y regularla, en un espacio de comprensión y estabilidad afectiva. No obstante, la realidad es que puede persistir durante años hasta que la persona trabajando por un lado la parte sintomática fundamentalmente desde técnicas de desactivación psicofisiológicas y por otro lado su propio mundo interno aprendiendo a regular las emociones y los pensamientos, así como su historia personal reconstruyendo, renarrando, reparando y reintegrando su psiquismo de forma ordenada. Al mismo tiempo desarrollando nuevas formas de afrontamiento y hábitos saludables adaptados a la enfermedad.

El trastorno de ansiedad puede resultar en una enfermedad grave e incapacitante. Nadie decide tener esta enfermedad porque no depende de la voluntad de la persona y por lo tanto no se le puede pedir que no la tenga porque sí, como si fuera un capricho de la propia persona o una mera excentricidad de esta.

Creo que es razonable pedir una mayor comprensión para estas personas que viven en su día a día el infierno de la ansiedad.

Dr. Ricardo Bravo de Medina

Psicólogo Especialista en Psicología Clínica