“Sensación de ahogo”

La ansiedad y el estrés forma parte de nuestras vidas y es un hecho que no podemos evitar. Las experiencias de estrés o ansiedad tienen tres fuentes básicas: nuestro contexto, nuestro cuerpo y nuestros pensamientos.

La primera fuente de ansiedad es un contexto basado en la exigencia, tanto presente como pasado, cargado de demandas de adaptación, rígido, hostil, vaciado de afecto y en definitiva amenazante para nuestra seguridad y autoestima. Las experiencias emocionales vividas, la crianza, las relaciones con la familia, el lugar que uno ha ocupado, la existencia de buenas vinculaciones de afecto y la presencia de disponibilidad emocional de los progenitores es la base de la estabilidad-relajación, de no existir viene a producirse un trauma relacional temprano que condiciona la existencia de altos niveles de ansiedad.

Em segundo lugar está la fuente fisiológica de la ansiedad. Todas las circunstancias que afecten a nuestro organismo como las restricciones alimentarias, los trastornos del sueño, la ausencia del ejercicio, los cambios en la adolescencia, el envejecimiento o la enfermedad son algunos de estos ejemplos.

Asimismo, todas las amenazas que provienen del ambiente activan de forma automática el mecanismo bioquímico de “lucha o huida” en nuestro organismo. Esto produce cambios como la dilatación pupilar, agudeza visual, tensión muscular, aporte de mayor cantidad de oxígeno al cerebro lo que provoca el efecto de manos y pies fríos y sudorosos, ya que llega menos aporte sanguíneo a las zonas distales del organismo, elevación de la frecuencia cardiaca y aumento de la respiración. Estos son algunos de los ejemplos de los cambios fisiológicos que se producen, que como explico no son voluntarios, sino que son respuestas involuntarias.

De no resolverse este fenómeno de “lucha o huida” y cronificase tendrá consecuencias fisiológicas como la hipertensión, dolores de cabeza, ulceras pépticas, artritis, colitis, diarrea, asma, arritmias cardiacas, problemas sexuales, trastornos circulatorios, tensión muscular e incluso cáncer por citar algunas relaciones entre el estrés y enfermedades físicas.

La tercera fuente de ansiedad proviene de nuestros pensamientos. La forma en la que pensamos e interpretamos nuestra realidad condiciona nuestro estado emocional. Estar en un estado constante de rumiación de pensamientos, de preocupaciones constantes, de pensamientos depresógenas sobre la idea de la ausencia del valor propio en la vida, sobre si uno es una carga para los demás, sobre si el futuro es negro, sobre la idea de indefensión “haga lo que haga nada va a cambiar” todos estos y otros pensamientos son una fuerte ansiedad y estrés.

Estas tres fuentes se interrelacionan y se afectan mutuamente, de tal forman que un síntoma habitual en la ansiedad como es la sensación de ahogo (al no hacerse la persona consciente de los cambios en su propio cuerpo). Esta reacción fisiológica involuntaria puede ser interpretada como una vuelta atrás y activar el miedo y la desesperanza lo que alimentará la propia sensación de ahogo aumentando el malestar y desencadenando un torrente sintomatológico.

La respuesta de relajación es la que vendrá a estabilizar nuestros procesos físicos, mentales y emocionales. Aprender a desconectar requiere conocer nuestro cuerpo y nuestra mente, lo que es posible y ofrecerá una tregua a nuestro organismo.

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 Dr. Ricardo Bravo de Medina

Psicólogo Especialista en Psicología Clínica