Unos padres tan agotados como preocupados preguntan en la consulta con cierta perplejidad.

  • ¿Pero es normal que mi hijo con 10 años tenga que estudiar todos los días al menos dos horas? Se encuentra todo el día nervioso por los exámenes en clase, está inquieto, no tiene tiempo para jugar. Además, el fin de semana nos pasamos su mayor parte estudiando.

Podemos aceptar, como principio general, que la disciplina y un nivel adecuado e individualizado de presión permite que estos pequeños estudiantes adquieran unos buenos hábitos de estudio y un nivel óptimo de desarrollo académico.

Sin embargo, tras este paradigma central aceptado por la mayoría de las madres y padres nos encontramos con niños que no paran entre los deberes, el aumento de asignaturas, los idiomas, las extraescolares, las clases de apoyo, y un largo etc.  En definitiva, una sobreexigencia insaciable, un cumulo inagotable de deberes bien aderezado por exámenes continuos que no permiten descanso ninguno.

Todo este frenesí académico nos hace perder la atención sobre cómo les puede afectar este aumento de presión académica en su estado emocional y psicológico.  En este sentido debemos decir que existe un incremento de la presión, reconocido y advertido por la OMS desde el año 2000. La conclusión es clara y evidente, este estrés al que les sometemos afecta a su salud a su desarrollo psicológico en su proceso de formación de su autoestima, autoconcepto, autonomía y confianza básicas.  Estamos consiguiendo que nuestros niñ@s en edad escolar normalicen estar ansiosos. Me pregunto, ¿pero que estamos haciendo?

Me preocupa el desarrollo cada vez mas frecuente de la ansiedad escolar infantil provocada en el mundo académico como consecuencia de esa presión en la búsqueda del niñ@ de estar a la altura, de sacar buenas notas y con ellas el reconocimiento, la valoración y aceptación de su familia, profesores (muchas veces estresados en otras guerras) y grupo de iguales.

Esta ansiedad la podemos encontrar en niños angustiados, sobreresponsabilizados, preocupados por la consecuencia de una mala nota, que se bloquean en la pizarra al intentar hablar, con miedo a decepcionar a sus padres, al borde del llanto a la entrada del colegio, con dolores de estómago, o de cabeza, o con pequeños temblores o tics. Ansiedad que disminuye su capacidad de comprensión, de asimilación de preguntas y conceptos en sus plásticas mentes.

Queda seguir luchando por nuestros hij@s preocupándonos más por si son felices y no tanto por el resultado o la nota de un examen. Es una obligación para aquellos que deseen hacer un buen paternaje-maternaje apostar por la confianza en el hijo, darles espacios de juego, aunque eso suponga el sacrificio de unas extraescolares que les darán más competencias al tiempo que le estresaran mas y le harán mas infeliz.

Al profesorado les recordaría lo evidente, que son niños y que como tal deben tomarse el tiempo, que muchas veces no tienen, para no olvidar la importancia del estado emocional de unos niños que muchas veces están olvidados sufriendo en sus aulas.

Como adultos se nos supone con capacidad y responsabilidad para ayudarles a gestionar sus emociones, sus tensiones y ansiedades, reconocer sus necesidades y darles espacio y tiempo para que jueguen y descansen suficientemente. Al mismo tiempo revisar que estamos haciendo académicamente ya que merece una profunda reflexión y autocrítica debido a que estamos dañando la salud psicológica de nuestros jóvenes.

Dr. Psi. RICARDO BRAVO DE MEDINA

Psicólogo Especialista en Psicología Clínica