Las funciones tradicionales del padre se están reemplazando por un nuevo concepto de paternidad, que se traduce en cuidados, afecto, coparentalidad, compartir responsabilidades domésticas y participar en la vida familiar (Genesoni y Talladini, 2009).

 

Frecuencia de contactos

Dos años después de la ruptura, entre un 18-25% de los hijos no tiene ningún contacto con el padre y solo un 20-30% lo ve una vez a la semana (Hetherington y Kelly 2002).

Carlson (2006) informó que entre 10 y un 18% de los padres no residentes estaban muy implicados en la vida de sus hijos adolescentes, frente a un 43% de los que residían con ellos.

La mayoría de los hijos desean ver al padre y lo perciben como alguien importante y significativo. Muchos especialmente varones querrían pasar con él más tiempo del estipulado y niños y adolescentes y adultos jóvenes a menudo describen la pérdida de contacto con el padre como el aspecto más negativo del divorcio (Nelly y Emery 2003).

Finley y Schwartz (2008) encontraron que la mayoría de los universitarios hijos de divorciados deseaba que su padre se hubiera implicado más cuando no lo había hecho.

El divorcio afecta fuertemente a la paternidad instrumental  y la programación del régimen de visitas que a menudo acompaña al divorcio no parece suficiente para que el progenitor no residente pueda cumplir sus funciones instrumentales que los hijos desean y exigen. Finley y Schwartz (2008.

 

Frecuencia de contactos, calidad de la relación y adaptación de los hijos.

El contacto por si mismo no influye necesariamente de manera positiva. Es la calidad de la relación (afecto, apoyo, guía e intimidad) y la crianza autorizada (afecto, guía normas, supervisión y disciplina) lo que promueve su bienestar (Carlson 2006, Duna, Cheng, O´Connor y Bridges 2004).

La disponibilidad y el contacto con el custodio contribuye a la formación de sentimientos de proximidad, mientras que la falta de convivencia con el no residente dificulta el establecimiento de ese vínculo emocional. Cuando un padre ve a sus hijos de forma intermitente, sin pernoctas y sin poder implicarse en sus actividades cotidianas, es difícil que pueda ejercer una crianza autorizada, con afecto y apoyo, pero también con normas, control y disciplina (Duna 2004).

El padre es fundamental en la vida de los hijos después del divorcio y en su desarrollo a lo largo del ciclo vital. La bibliografía ha demostrado que su implicación y la calidad de la relación que mantiene con los hijos predicen la adaptación de niños y adolescentes independientemente de los efectos de la madre (Finley y Schwartz, 2008).