“Comprad, comprad, malditos”

Comprar, mas que una conducta rutinaria planificada con un objetivo claro y necesario se ha convertido en un impulso gratificador que domina lo cotidiano y propone un atajo momentáneo al malestar emocional o la insatisfacción. No es tan importante lo que se compra sino como se siente uno de gratificado cuando está comprando. Llenarse de objetos crea la ilusión de contenido, de colmarse con un falso sentido, en maltrechas mentes muchas de las veces con heridas emocionales no curadas.

Nuestra sociedad con sus «valores» instiga al consumo, a una compulsión sin fin, donde el consumido es el propio individuo. Y por si fuera poco la sensación de incontrolabilidad y la impulsividad en las compras, irrumpen los avances tecnológicos ofreciendo una mayor accesibilidad al consumo, un anonimato ante miradas furtivas o escrutadoras del entorno, y una mayor baja percepción de riesgo, donde desaparece la sensación de peligro en el consumo sin medida.

Plataformas, aplicaciones, dispositivos móviles y un largo etc., que, si bien se podrían utilizar para prevenir el gasto desmesurado y una forma ciega de comprar, toman un uso para facilitar el derroche y la adquisición de lo innecesario.

El consumo excesivo finalmente puede producir en la persona el Trastorno de Compra Compulsiva que se caracteriza por un comportamiento desadaptativo de compra persistente e irresistible, que ocasiona graves consecuencias negativas al individuo y a su entorno (conflictividad familiar y de pareja, disminución del rendimiento a nivel laboral o escolar y problemas financieros).

Parece que la edad media de inicio está situada entre los 18-30 años y si no se trata el curso tiende a volverse crónico. Es muy común que detrás de estas compras compulsivas se encuentren otros trastornos como el trastorno de ansiedad o del estado de ánimo, consumo de sustancias, problemas con la alimentación y con el control de impulsos en otras áreas de su vida.  La prevalencia del trastorno en la población general que oscilaba entre el 1% y el 11,3%, con la aparición de las nuevas tecnologías ha alcanzado por el momento el 16%.

Desde el punto de vista psicológico, en la historia de las personas que presentan este tipo de conducta, se observa que la función de la compra sirve como estrategia para la regulación emocional, buscando mejorar un estado de malestar profundo y al mismo tiempo compensar una baja autoestima. Las compras pueden actuar como una conducta evitativa, para no afrontar los problemas de fondo, ni el malestar que este les genera.

Asimismo, el rasgo de la impulsividad aparece de forma notable lo que propicia la compulsión con indiferencia del estado de ánimo que se presente. También queda demostrado que la gravedad del trastorno correlaciona con la sintomatología depresiva, la sensibilidad al refuerzo y el hoarding.

En cuanto al tratamiento psicológico podríamos decir que tiene dos vertientes. Por un lado, la parte sintomática representada por las compras compulsivas y ahí se ha demostrado más eficáz el modelo cognitivo-conductual. Este modelo permite trabajar bien la interrupción y control de la conducta mediante el control estimular y la exposición con prevención de respuesta, reconstruir patrones de compra saludables mediante exposición programada a situaciones de riesgo, reestructuración de pensamiento irracionales y emociones negativas asociadas, nuevas estrategias de afrontamiento, solución de problemas específicos, creación de nuevo estilo de vida y prevención de recaída.  

Al mismo tiempo y por otro lado un acercamiento al paciente basado en el vinculo para poder trabajar tanto aspectos de su historia personal que pueden dar lugar a la baja autoestima o el desorden emocional comentados, así como aspectos de la personalidad como podría ser el rasgo de impulsividad.   

Dr. Ricardo Bravo de Medina

Psicólogo Especialista en Psicología Clínica