En el intrincado mundo de las relaciones amorosas caer en una infidelidad es algo más sencillo de lo que parece y puede sorprender a quienes la criticaron, la rechazaron públicamente y nunca pensaron que caerían en ella. Estas personas acuden a consulta y explican: «No sé cómo llegué hasta aquí». Debemos saber que existen una serie de trampas que facilitan primero y mantienen después el proceso de la infidelidad.
Antes de nada, diremos que podemos encontrar dos escenarios principales, el de una persona soltera que se involucra afectivamente con alguien casado o alguien casado o con pareja que mantiene una relación con otra persona también casada o con pareja. En ambos casos se acepta que la base de este tipo de relación se construye en la clandestinidad y la prohibición. Esta sensación de lo oculto tiene gran capacidad para crear un enganche emocional.
Por otro lado, vamos a definir la infidelidad como la ruptura del compromiso. Es decir, la persona casada o con una relación estable está abusando de su relación al romper el compromiso actual, al ocultar, no comunicar o no permitir que su pareja participe en esa decisión. Estas relaciones trianguladas nunca son sencillas, incluso si hay personas con la mente abierta. Una relación entre tres personas es complicada porque la infidelidad introduce un equilibrio difícil de mantener.
Veamos entonces, algunas de esas trampas que facilitan primero y mantienen después la infidelidad:
La trampa de la ilusión de control: Como en una adicción la persona se autoengaña diciéndose que lo puede dejar cuando quiere. Reconoce que puede causarle dolor pero que lo va a dejar, generalmente mañana. El pensamiento de que «lo voy a controlar» puede convertirse en una trampa. Las relaciones comienzan bajo estas premisas, pero a menudo evolucionan hacia algo más profundo y comprometido. Como en el mundo de las adicciones hay una pérdida de control que cuesta aceptar.
La trampa de la ilusión de la libertad: Cuando una persona soltera empieza a tener una relación con una persona casada o con pareja se dice “no es mi culpa porque soy una persona libre”. Cae en la trampa de pensar que “no es mi responsabilidad porque yo soy libre y el problema es de la persona casada”. Este argumento es cierto, pero solo en parte. También hay que aceptar una participación donde se juega un papel muy importante en la generación de sufrimiento.
La trampa de la equidad: En el caso de la infidelidad entre dos personas que están casadas ambas, se tiende a pensar que juegan con la misma baraja y que desde ahí habrá más comprensión y equilibrio en el engaño. Esto alivia la angustia y ansiedad al principio y permite el engaño pero a medio plazo se volverá contra las propias personas en forma de angustia y culpa aumentada.
La trampa del divorcio inminente: En este caso la persona que tiene pareja argumenta en el sentido de que la relación está rota, que van a divorciarse, que no tienen vida afectiva ni sexual hace años. Asimismo, en la otra persona soltera se produce el pensamiento de decirse a uno mismo que «no estás engañando a nadie porque esta persona me dice que la relación está acabada y están a punto de divorciarse». Sin embargo, las cosas no son cómo la otra persona nos explica. Se mantiene a la espera de una ruptura que nunca llega porque nunca es el momento propicio para plantear el divorcio y cualquier excusa es buena para demorarlo.
La trampa de “no quiero nada serio”. La persona puede pensar “mejor que sea una persona casada porque no me va a exigir y no quiero compromisos”. Esto es una trampa porque se puede empezar así, pero la relación puede cambiar en una dirección donde uno cada vez quiere más.
La trampa de transición: Otra creencia facilitadora para entrar en una infidelidad es la idea de que me puede gustar pero es una relación de paso. Se piensa que va a durar la relación “hasta que yo lo decida”. Esta relación se puede convertir en un límite o bloqueo para la vida afectiva de esa persona ya que no va a permitir la posibilidad de explorar otras relaciones.
Como en otras trampas no puedes hacer otras cosas, ni crear relaciones ya que quedas supeditado a los momentos libres que tiene la persona emparejada y acabas siendo un esclavo emocional del otro.
La trampa de la madurez: Otra trampa es pensar “no soy una persona celosa, no me importa que este con su mujer”, “somos personas adultas sabemos a lo que jugamos, y lo vamos a controlar”. Esos términos facilitan el poder caer en una relación de una persona casada que no era la intención en un principio.
En el mejor de los casos, es decir que fuera una infidelidad de transición a una nueva relación entre las personas infieles, el peso de haber mantenido una doble vida donde se ha normalizado la mentira y el engaño abre una serie de interrogantes para esta nueva pareja que se tiene que construir, ya que la forma en la que se ha configurado plantea tareas a afrontar nada sencillas.
En todo caso se paga una alta factura por la infidelidad sea del tipo que sea y siempre lleva pareja un alto coste en sufrimiento emocional y psicológico.
Las relaciones amorosas son una parte fundamental de la vida, pero es crucial ingresar a ellas con claridad y honestidad. No se trata este texto de un juicio sino de un análisis para poder entender mejor la infidelidad de la que nadie está libre. Si estás involucrado en una relación con una persona casada, ya sea siendo soltero, también casado o parte de una relación poliamorosa, es esencial entender las trampas emocionales que podrían surgir. La comunicación abierta y el respeto por todas las partes son fundamentales para minimizar el daño y tomar decisiones informadas.
Dr. Psi. RICARDO BRAVO DE MEDINA
Psicólogo Especialista en Psicología Clínica
