Mary  Ainsworth (la madre de la teoría del apego) en 1989 pudo identificar las tres cualidades básicas de los progenitores capaces de ofrecer un apego seguro a sus hijos e hijas. Estas competencias son la sintonización, la sensibilidad y la responsividad.

La sintonización requiere estar disponibles físicamente y accesibles afectivamente. Se define como la capacidad de conectar con el mundo interno del niño. Sus emociones, sus pensamientos, sus sensaciones desde donde podemos entender cómo se siente.

La sensibilidad se compone de tres aspectos. La capacidad para interpretar y comprender la comunicación no verbal del niño o niña (lo que es clave en los primeros años de vida). La cualidad para capturar la mayoría de sus estados emocionales. Y finalmente adaptarse y respetar tanto los momentos de diálogo como los momentos de silencio que el menor exige.

La responsividad consiste en la capacidad para atender y cubrir las necesidades de los hijos de forma adecuada y proporcionada. Por ejemplo si nuestro hijo siente miedo, precisa de un adulto accesible que sea capaz de darse cuenta de esa emoción, que le permita expresar la emoción, que se haga cargo del niño y que pueda calmarle (entre otras cosas por medio del contacto físico y la mirada).

Sin embargo, en la actualidad, nos podríamos encontrar fácilmente que si un niño siente una emoción como el miedo o la rabia se le ofrece comida, o se le niega la emoción o se le da un móvil. Esto supone una respuesta no sintonizada, no sensible y no responsiva y por lo tanto grave. Si un niño no aprende a ser calmado en su infancia de forma responsiva de adulto no sabrá calmarse a sí mismo y buscará hacerlo como le enseñaron de pequeño, es decir con objetos externos. Ese adulto tratará de regular su mundo emocional por medio conductas nocivas para su salud mental.

La mayoría de las madres y padres dicen que quieren ver felices a sus hijos, sin embargo, pueden no estar dándose cuenta de que sus conductas está siendo poco saludables para sus hijos.

Los adultos con apego seguro, alta autoestima y resilientes fueron niños que tuvieron padres y madres con las competencias de sintonización, sensibilidad y responsividad.

Dr. Ricardo Bravo de Medina

Psicólogo Especialista en Psicología Clínica