Acumuladores de desgracias e infortunios, narradores inagotables de desatinos y desesperanzas, melancólicos masoquistas enfrentados a un azar diabólico que les espera pacientemente agazapado para arrebatarles el éxito o la felicidad.
Un destino feliz que se les niega mediante absurdos despistes o inexplicables olvidos negándoles el logro tan anhelado, la pareja tan esperada o aquello otro tan deseado y por lo que, paradójicamente, tanto han trabajado y luchado. Victimas compulsivas, traidores de sí mismos, que terminan haciendo aquello que no quieren, contables de calamidades, enfermedades, accidentes y toda una serie de despropósitos personales.
Las hay que en su vida afectiva personal se convierten en coleccionistas de relaciones malogradas u ocasiones perdidas, de malas elecciones, de vínculos desastrosos. Lo que al amanecer parecía tan ideal atardece a plomo como un tormentoso infierno, en un baile de angustias y dolor emocional.
Pero ¿cómo es posible que algo así pueda suceder?, ¿cómo puede ocurrir que existan personas a las que todo le vaya tan mal y de forma tan continuada y repetida?, ¿Qué probabilidad existe de tropezar tantas veces con la misma piedra?
Si bien es cierto que existen personas desgraciadas, con historias de vida plagadas de desdichas, también lo es la existencia de un autoboicoteo personal inconsciente. Durante el proceso de la crianza y en relación con las figuras significativas de apego, el deseo puede haberse quedado fundido a la culpa como un aprendizaje o interiorización emocional no consciente, de tal forma que se aprendió que la expresión, pensamiento, exteriorización, imaginación, verbalización y su consiguiente cristalización mediante la conducta o el comportamiento es algo horrible que no se puede ni debe tolerarse.
La mente es bienintencionada y trata de ayudarnos a sobrevivir al medio y protegernos mediante aprendizajes que realiza de forma autónoma como resultado de la interacción con otros seres emocionales, siempre con la finalidad última de reducir la angustia y el sufrimiento. En este caso aprendió que desear implica culpa y como consecuencia de esto rechazará el objeto de deseo mediante olvidos, lapsus, actos fallidos, malas elecciones y otra serie de recursos que desplegará con el tiempo.
En conclusión, se instala un mecanismo psicológico donde conectar con el deseo despertará la culpa y con ella la necesidad inconsciente de castigo que conducirá a la persona a situaciones de fracaso y frustración de forma constante
Dr. Psi. RICARDO BRAVO DE MEDINA
Psicólogo Especialista en Psicología Clínica
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