Gestionar emociones como la rabia, el miedo o la culpa entre otras y aprender a regular las emociones, que son vividas por aquellas personas que sufren un trastorno emocional, de forma intensa, desproporcionada o sin control, implica tomar consciencia de la propia experiencia emocional.

Ante una experiencia emocional aparentemente incontrolable, irracional o sin razón aparente la persona tiende, como estrategia ante su sufrimiento, a intentar eliminar, suprimir o evitar la emoción que está experimentando en ese momento pensando que la mejor forma de abordar su malestar y además que es la forma correcta de hacerlo, lo que está bastante lejos de la realidad como habrán podido comprobar en diferentes situaciones.

Gestionar las emociones de forma eficaz nos llevará a descomponerlas en tres dimensiones: aquello que pensamos, las sensaciones físicas que aparecen y la conducta que llevamos a cabo o que deseamos llevar a cabo. Estas dimensiones están en continua relación y se influyen las unas a las otras.

  • Los pensamientos: la forma en la que pensamos a propósito de la experiencia emocional influirá en ella haciéndola más intensa y duradera o más pequeña y efímera. No se trata de eliminar la experiencia emocional, no debemos pretender no sentir sino a continuación de la emoción experimentada darnos cuenta de cómo influimos en ella por medio de nuestra propia corriente de pensamiento. Pongo por ejemplo el juicio mental al que nos podemos someter a continuación de una emoción de miedo, por ejemplo. Aceptar la emoción sin juicio es un primer paso para la gestión de esta. Ser consciente de la narrativa que aparece como subproducto de nuestra mente con la que no nos debemos identificar sino todo lo contrario, tan solo observarla y ponerla en cuarentena. De tal forma que no seamos secuestrados por las emociones. Sentirse culpable no implica ser culpable, debemos revisar nuestros pensamientos y así mismo con el resto de las experiencias emocionales.
  • Las sensaciones físicas: Cada emoción tiene una respuesta y representación física corporal. Por ejemplo, la rabia a unas personas les aparece en el estómago representadas, a otras en el pecho y otras en la cabeza. Es importante ser consciente de que sensaciones físicas experimentamos cuando tenemos una experiencia emocional. Podemos trabajar con nuestro cuerpo para ayudarle, por medio de técnicas corporales, a la mejor gestión de la emoción.
  • Las conductas derivadas de la experiencia emocional: Toda emoción invita a nuestro organismo a una acción o ausencia de ella. La experiencia emocional de miedo, por ejemplo, nos impulsa a una conducta de escape o evitación cuando sabemos que la mejor forma de reducir la experiencia de miedo es mediante la exposición y que su evitación o huida refuerza el mismo miedo. La persona que experimenta una emoción depresiva busca conductualmente el sofá o la cama, es decir conductas pasivas reforzando así la experiencia depresiva y aumentando el malestar. La toma de conciencia de la importancia de la conducta y el cambio conductual es clave para la recuperación y gestión de la emoción. Eso sí, ha de hacerse con un método, de forma progresiva y no de cualquier forma porque llevará a la frustración y empeoramiento.

Aprender a gestionar las emociones implica, por lo tanto, actuar sobre la narrativa del pensamiento, sobre las sensaciones físicas y sobre la respuesta conductual con un método de trabajo personalizado y técnicamente acompañado y supervisado por un profesional experimentado.

Dr. Psi. RICARDO BRAVO DE MEDINA

Psicólogo Especialista en Psicología Clínica