Loco por ella

Padre de Carla: “El repartidor tuvo que venir con un camión entero para traer toda la mierda que compraste, con mi tarjeta de crédito”

Carla: “Lo sé y lo siento, de verdad, ya……”

Padre de Carla: “Pero ¿cómo has podido comprar una moto?”

Madre de Carla: “El doctor dijo que estaba viviendo un episodio”

Carla: “Lo siento papá, de verdad, me da mucha pena que te haya tocado una puta loca de hija como yo”

Madre de Carla: “Bah, no os pongáis así, pronto te curarás…”

Carla: “Que no mama, que no me voy a curar, ¿no lo ves?”

Madre de Carla: “Si te esforzaras un poquito más a lo mejor… Por ejemplo, yo cuando estoy triste me pongo alguna peli de risa”

Carla: “¡Basta!, Lo siento, lo siento…”

Una de mis pacientes me recomendó ver esta película titulada “Loco por ella” de Dani de la Orden. He extraído un par de escenas para trascribirlas y poder pensar sobre ellas. La primera es una escena clásica que tantas y tantas veces vivimos con nuestros pacientes. Los padres, la familia, la sociedad e incluso la propia persona que padece la enfermedad se juzgan y se exigen a sí mismos actuar desde la llamada normalidad, como si no les pasara nada, sin llegar a comprender y menos aceptar las características y limitaciones del desorden emocional que están viviendo. Es como si a una persona diabética le pedimos que coma con normalidad o a una persona que tiene un problema de alcoholismo que no pierda el control bebiendo. Esto es no entender la enfermedad y solo puede traer consigo una profunda frustración y culpabilización de la persona.

Sabemos y podemos entender que las familias busquen el bienestar de la persona aquejada por un trastorno psicológico, lo que ocurre, es que la forma en la que lo hacen puede llegar a hundir más al paciente al tratarle como fingidor, inmaduro, caprichoso, falto de voluntad o esfuerzo.   

Reescribo otro pasaje.

Directora del centro: “Adri, ¿sabes porque soy tan estricta con dejar entrar y salir gente de este centro?”

Adri: “Para evitar que se cuelen gilipollas como yo”

Directora del centro: “Si, en parte sí. Pero también porque la mayoría de gente quiere ayudar a sus seres queridos, y piensan que saben hacerlo. Mira, tengo dos carreras, tres másteres, y aunque a muchos les cueste creer, en la mayoría de los casos soy mucho más efectiva que el amor, las buenas intenciones, las motivaciones baratas…los familiares les traen aquí y ya está se piensan que se curan, pero no. Aquí les ayudamos a convivir con ellos mismos y aceptarse y eso lleva mucho mas tiempo. Los tenemos que enseñar a que no finjan estar bien para que gente como tú lo estén.

Mira, lo difícil de tener una enfermedad mental, es que la gente quiere que te comportes como sino la tuvieras. Así que si me dejas seguir trabajando por favor”.

Las personas que sufren trastornos psicológicos no necesitan ser salvadas. Y siento tener que decir que solo el amor no salva a nadie, ni tiene poderes mágicos, ni curativos, como tampoco las buenas intenciones.

La sociedad, la familia, e incluso me atrevería a decir algunos profesionales de la salud, al menos no debieran de juzgar y sí tratar con respeto al paciente. Pienso que tenemos que ponernos del lado de todas las personas que sufren psicológicamente y para ello primero sería bueno no despreciar lo que no conocemos sino tratar de entender sin juzgar y si no somos capaces al menos respetar. No digo que sea tarea fácil, porque ningún trastorno psicológico o desorden emocional lo es, pero pienso que estamos obligados a ellos si realmente queremos ayudar.

La paradoja del cambio está en que solo podemos cambiar cuando nos podemos aceptar tal y como somos en nuestra totalidad. 

Dr. Ricardo Bravo de Medina

Psicólogo Especialista en Psicología Clínica