Pensar en algo tan extendido como qué pensarán los demás o, expresado de forma más alambicada, pensar en lo que yo creo que pensarán los demás, supone para muchas personas un desgaste y sufrimiento psicológico al mismo tiempo que un claro condicionamiento en la toma de decisiones con libertad de su día a día pudiendo ser el origen de un trastorno emocional.

Mirar hacia afuera de si mismo en busca de validación, de reconocimiento y aceptación como única fuente de bienestar emocional provoca en la persona el despliegue de una serie de compulsiones de comprobación, de un estado de hipervigilancia e hiperreactividad que hace que cualquier pequeño gesto, mirada, o arqueo de ceja pueda ser interpretada de forma angustiosa como abandono, exclusión o destierro emocional.

Asimismo, la preocupación constante y la autoexigencia sin límites se proponen como estrategias centrales disfuncionales de compensación de esa angustia de desintegración o de no pertenencia. Emociones como la frustración, la decepción, la vergüenza o las vivencias de fallar o equivocarse, son experiencias emocionales interpretadas por los pensamientos cono algo que nos van a hacer perder el control de nuestra propia vida y por lo tanto la mente entra en un estado de pánico desestabilizando psicológicamente a la persona.

Por lo tanto, el evento activador de la angustia, la ansiedad o el miedo no es el acontecimiento externo vivido, sino principalmente es la experiencia mental que se provoca de forma involuntaria como consecuencia del malestar emocional. Debemos decirnos que:

  • No necesito la aprobación de los demás para ser feliz
  • No necesito que me validen para tener valor
  • No tengo la responsabilidad de ser como los demás esperan que sea.
  • Es mejor estar dispuesto a exponerse a no gustar ya que no puedo agradar a todo el mundo
  • No somos tan importantes para los demás. En realidad, estamos en la mente del desconocido tan solo unas milésimas de segundo

 

Las personas con esos altos niveles de autoexigencia y preocupación constante han ido bloqueando progresivamente el contacto emocional con ellos mismos y han dejado de desarrollar un buen vínculo afectivo consigo mismos desde la aceptación incondicional como expresión de amor hacia ellos mismos. El humo de la preocupación y autoexigencia les impide ver que el problema no está en el mundo externo, sino que es de origen intrapsíquico y que desde ahí debe de ser abordado. Que no son personas defectuales, sino que simplemente por diferentes razones en su vida, principalmente centradas en la crianza familiar, no han podido desarrollarse de forma autentica llegando a ser lo mejor de sí mismos.

En el fondo de todo se esconde el deseo infantil de ser querido y aceptado de forma incondicional.

 

Dr. Psi. RICARDO BRAVO DE MEDINA

Psicólogo Especialista en Psicología Clínica