Competencias parentales o el oficio de ser padres competentes

Tener hijos no significa ser padres o madres. El hecho biológico todavía es necesario, pero nunca lo fue suficiente para convertirnos en padres o madres en funciones. Mas aun, ni siquiera el afecto es suficiente si no viene acompañado, primero, de tomar conciencia de cuáles son las funciones de los padres competentes y segundo, de ser capaces de hacer el esfuerzo de aprender y ejercitar estas competencias parentales.

Podemos encontrar padres biológicos, que, por diferentes razones, son incapaces de proporcionar los cuidados necesarios para asegurar el vínculo de apego seguro en la crianza, una buena autoestima, confianza y autonomía en los hijos y al mismo tiempo encontramos que muchas personas, sin ser padres biológicos, poseen los recursos y competencias parentales para criar y educar de forma saludable y así lo hacen de forma responsable.

Parece razonable pensar que la familia, en sus diferentes composiciones (homoparental, monoparental, extensas, reconstituidas, adoptivas, de acogida, etc.) debe de poseer la cualidad de ser un espacio seguro de crecimiento y de desarrollo de todos sus miembros dentro de ella y en especial de los menores que la habitan, promoviendo su desarrollo psicológico, emocional, social e intelectual. Por lo tanto y para comenzar, ser padres implica la responsabilidad de promover valores, actitudes y comportamientos que faciliten un desarrollo saludable en los hijos.

Pero ¿cuáles son las funciones de los padres y madres competentes centradas en el desarrollo de los hijos?

Ser capaces de vincularse a los hijos desde un apego seguro para proporcionar seguridad y protección. Los hijos deben desarrollarse y crecer en un espacio que les proporcione seguridad y estabilidad. Para ello los padres deben estar sintonizados con ese niño atendiendo su mundo de necesidades y empatizando con su mundo interno. La experiencia de vincularse de forma segura con los padres les permitirá desarrollar relaciones sanas con otras personas en la adultez basadas en la confianza y seguridad.

Expresión de una afectividad empática. Los hijos para poder desarrollarse psicológicamente de una forma sana se tienen que sentirse queridos. Deben sentir la voz y el tacto afectivo de los padres que verbalizan su amor y tocan con besos y abrazos. Para ello los padres deben aprender a comunicarse primero y regularse emocionalmente.

La realidad que nos encontramos es que muchas veces los padres no saben comunicarse, ni siquiera saben expresar lo que piensan o sienten. Muchos de ellos además inmersos en guerras de separaciones o divorcios donde presentan patrones de comunicación violenta quedando los menores expuestos y abandonados psicológicamente.

Desarrollar la potencialidad del menor. Los padres deben aprender a observar a sus hijos para poder detectar sus cualidades y de esta forma estimularles y potenciarlas en sus diferentes entornos. Es necesario que el niño explore y experimente para favorecer el desarrollo de sus capacidades y promocionar la resiliencia.

Estilo educativo basado en el establecimiento de límites claros y coherentes al tiempo que se favorece unos hábitos saludables, pautas educativas sanas con una comunicación no violenta (sin gritos, descalificaciones, etc.), proporcionando apoyo, estabilidad y accesibilidad.

Para poder regular emocionalmente a los hijos, trabajar la impulsividad, la baja tolerancia a la frustración, la ausencia de comunicación o comunicación violenta primero los padres en funciones deben proporcionar modelos. Si estos adultos no son capaces de regularse a sí mismos difícilmente van a poder regular a sus hijos, porque ser adultos significa precisamente y entre otras cosas tener la capacidad de regularse a si mismo.

Por poner un ejemplo dejar a un menor de cuatro años, por sistema, el móvil cuando tiene una rabieta para que se calme y no moleste es un acto de desprotección del menor que aprende a calmarse con un objeto externo. El menor tiene que aprender a regularse y calmarse emocionalmente y para ello primero necesita la mirada de un adulto que le pueda calmar para aprender así a hacerlo el posteriormente.

En conclusión, las competencias parentales son un conjunto de destrezas, habilidades y competencias que se adquieren con el aprendizaje. Carecer de ellas darán lugar a problemas en el desarrollo de los hijos imposibilitando un apego seguro y por lo tanto generando estrés y consecuencias negativas con secuelas en el desarrollo del menor. Los menores tienen derecho a una infancia sana y esta depende de nosotros.

Dr. Ricardo Bravo de Medina

Psicólogo Especialista en Psicología Clínica