Aprender a pensar de forma más flexible
Nuestra mente aprende, desde temprana edad, a llevar a cabo interpretaciones rápidas sobre los diferentes eventos que nos ocurren en el día a día y a continuación a tomar decisiones en base a esas interpretaciones. Por ejemplo, una imagen como un semáforo en rojo, un sonido como la señal acústica de la entrada de un email, una sensación como la vibración del mismo móvil a la entrada de un WhatsApp. Existen múltiples inputs que nuestra mente recibe e interpreta de forma inmediata para sin pensar para tomar una decisión y emitir una conducta o respuesta. Se trata de economía psicológica, la mente aprende y automatiza lo aprendido, no se para para analizar cada evento, sino que aprende a actuar de forma rápida y con bajo costo energético ante inputs ya conocidos lo que suele ser muy útil. A este proceso de interpretar una situación sin detenerse a analizarla lo llamamos interpretación automática.
El problema puede existir cuando nuestra mente hace interpretaciones automáticas que no son correctas y carecen de utilidad, lo que puede terminar generando problemas. Esto puede suceder cuando estamos experimentando emociones muy intensas como por ejemplo la tristeza o el enfado ya que pueden afectar la forma en que interpretamos las situaciones de nuestra vida, por ejemplo, centrándonos en la crítica o en lo negativo, o saltando a conclusiones con apenas información, magnificando la malo y minimizando lo bueno. Por lo tanto, modificar las interpretaciones automáticas por otras interpretaciones más realistas y útiles resulta clave para gestionar las emociones desde la flexibilidad de pensamiento. Estas nuevas formas diferente de interpretar más equilibradas y realistas frente a las interpretaciones automáticas las llamaremos interpretaciones alternativas. Este nuevo tipo de respuesta da la posibilidad de encontrar más soluciones y oportunidades en la toma de decisiones y tendrá un efecto de vuelta a la emoción regulador ya que una visión mas racional y equilibrada logrará que la persona se sienta mejor debido a que la forma de interpretar también influye en cómo nos sentimos.
Existe una tendencia a hacer interpretaciones negativas, que, si bien en ocasiones tienen sentido, la mayoría de las veces son improductivas e inútiles. Existen lo que llamamos trampas de pensamiento que consiste en quedar atrapados en la misma interpretación que se repite a pesar de existir interpretaciones alternativas más lógicas y útiles. Algunas de esas trampas más comunes son las siguientes:
- Sacar conclusiones precipitadas o confundir la posibilidad con la probabilidad. Existe la posibilidad de que se estrelle un avión frente a ¿es probable que se estrelle un avión? ¿Existe la posibilidad de que te alcance un rayo? frente al pensamiento de ¿es probable que te alcance un rayo? Se trata de no confundir lo posible con lo probable porque vivimos desde lo probable, el criterio de lo posible nos bloquearía no es realista ni útil.
- Pensar en lo peor. La tendencia a entrar en pánico mental o tener pensamientos apocalípticos frente a hechos no probados. Ejemplo. Si mandas un WhatsApp al novio/a y no responde el pensamiento es que no te quiere y la relación se va a acabar.
- Ignorar lo positivo. No poner en valor los propios logros, minimizarlos, devaluarlos, pensar que fue cuestión de suerte o que no era importante.
- Pensar en términos de blanco y negro. Es lo que llamamos el pensamiento dicotómico, yéndose el pensamiento a los extremos. O me quiere o me odia. O conmigo o contra mi. O lo doy todo o no valgo para nada. Aprender a vivir en los intermedios es absolutamente fundamental ya que es el ecosistema natural de un psiquismo saludable.
- Adivinar el futuro o anticipaciones negativas. Construir una idea de cómo van a ser las cosas o de lo que ocurrirá en el futuro generalmente en términos negativos. «No voy a disfrutar, lo pasaré mal, no seré capaz, me bloquearé, me pasará algo», etc.
- Leer la mente. Creer y temer que sabes lo que piensan los demás sobre ti o sobre lo que haces sin comprobarlo realmente. Tener la idea de que piensan de forma negativa, que les caes mal, que te rechazan, etc.
- Razonamiento emocional. Se basa en la idea de que “si siento algo es porque es verdad”. Lo que lleva a errores graves de interpretación. Una mujer que puede ser maltratada puede sentir culpa, y pensar que puesto que se siente culpable es culpable cuestión que todos podemos advertir que no es así.
- Etiquetaje. Las etiquetas tienen un valor de simplificación de la realidad. Por ejemplo, los ingleses son…, Los franceses son…, los alemanes son… El problema es que muchas veces esas etiquetas que ponemos y que nos ponemos se conviertan en convicciones que guían la vida psicológica y emocional de la persona de forma equivoca. Etiquetas del tipo “soy tonto”, “no valgo”, “solo no puedo”, “no soy capaz”, etc.
- Los debería. Las exigencias y los imperativos, los “tengo que” o los “debo de” suponen una forma de abordar la realidad distorsionada la mayoría de las veces generando un importante sufrimiento en la persona. Sustituir los “tengo que” por “me gustaría ….. pero no es terrible sino sucede” es un comienzo en el abordaje de estas exigencias que la mayoría de las veces se sustentan en el miedo y la fantasía de control.
Estos y otros muchos son ejemplos de lo que llamamos trampas de pensamiento.
Aprender a flexibilizar el pensamiento requiere un entrenamiento en identificar y desafiar las interpretaciones automáticas por interpretaciones alternativas y más en concreto el trabajo de detectar las trampas de pensamiento para desactivarlas.
Dr. Ricardo Bravo de Medina
Psicólogo Especialista en Psicología Clínica
