Gente en movimiento. A veces familias, a veces agrupamientos de personas, a veces parejas y otros grupos de dos, a veces niños que gritan aferrados a inmensas colchonetas en forma de pelicanos gigantes o blancos unicornios de cuernos multicolores en cuyos ojos exageradamente abiertos expresan el terror de lo que vivirán o han vivido, algún solitario, algún perdido o encontrado, el ultimo y el primero. En definitiva, personas que vienen y van o que suben y bajan apresurados como ansiosos. Supongo que algunos buscando la playa, la piscina, el hotel, o a la abuela perdida, vaya usted a saber. Pero en todos los casos sin parar, siempre en un eterno movimiento.

A lo largo de ese paseo marítimo, que parece llevar a una gran suerte de éxtasis, a un lado de ese desenfrenado tráfico de almas, respira tranquila pero ordenada, una hilera de bancos huérfanos, siempre vacíos, como nostálgicos. Parece que hubieran perdido la esperanza de que alguien les habitara durante unos instantes. Al fijarme mejor en ellos advierto que todos están contemplando serenamente algo que no consigo entender bien, así que decido acercarme tímidamente y después de pensar durante un instante cual sería el más apropiado en su forma y disposición decido tímidamente sentarme en uno de ellos al que parece no molestarle mi presencia.

Me siento y al hacerlo me invade un ligero placer que un principio achaco al alivio de mis pies cansados. Pero al cabo de un tiempo y ante la persistencia de esa sensación de ligereza y bienestar empiezo a pensar que aquel banco tiene algún tipo de poder mágico, así que decido continuar sentado un poco más.  

El banco está mirando hacia un profundo e intenso mar turquesa que venéreamente cubre y destapa una blanca y fina piel. De fondo un firmamento perfecto con un alegre gris que expira  una suave brisa que me recuerda la importancia de mi respirar. Así que me concentro… y respiro suavemente.

Recomiendo alejarse del movimiento para habitar un banco en solitario y en silencio durante al menos 20 minutos al día. Contemplar y sentir.

Felices vacaciones.

 

Dr. Psi. RICARDO BRAVO DE MEDINA

Psicólogo Especialista en Psicología Clínica