Una sociedad basada en el principio del placer, en el principio del “goza”, donde se da rienda suelta a aspectos sobrenarcisizados del individuo, el otro queda cosificado.

No es entendido como otro, con un universo de emociones, sensaciones, pensamientos, etc. Es un mundo que facilita el aquí y el ahora, el consumismo, el placer inmediato. Donde el principio de autoridad ha quedado diluido, pervertido, sin fuerza, donde los límites no son percibidos con claridad, o son negados. Donde se favorece la sensación de omnipotencia e incluso de inmortalidad.

El Otro se convierte en algo que existe en tanto en cuanto nos puede servir para alguno de nuestros fines. El otro no tiene entidad, ni conciencia y mucho menos autoridad. Está ahí para servirnos, para sernos útil, o sino no existe.

Ayudado por un inconsistente sistema social incapaz de poner límites en sus espacios contenedores de primer orden como son la familia o la escuela, que cada vez están más devaluados, se abandona al infante a su suerte generando la mayor de las agresividades por abandono.