Los estados mentales logrados mediante la meditación logran una mejora interna, una nueva experimentación que afecta al funcionamiento y estructura física del cerebro. En este sentido las investigaciones demuestran que la meditación reorganiza las conexiones de los circuitos cerebrales para producir efectos saludables en la mente, en el cerebro y en el organismo entero.
Existen tres formas de meditación comunes que son la atención focalizada, la consciencia plena o mindfulness (también denominada consciencia no reactiva), y la compasión y benevolencia. Ahora se practican en todas partes y están siendo estudiadas de diferentes laboratorios científicos de todo el mundo.
Investigadores de varias universidades exploraron los posibles cambios estructurales en el tejido cerebral causados por la meditación. Mediante el uso de resonancia magnética funcional, hallaron que veinte practicantes expertos en un tipo de meditación budista presentaban un mayor volumen de tejido cerebral en la corteza prefrontal (Áreas 9 y 10 de Brodmann) y en la ínsula en comparación con un grupo de control. Estas regiones intervienen en el procesamiento de la atención, la información sensorial y las sensaciones internas corporales.
En conclusión, podemos decir que existen suficientes datos como para pensar que la meditación produce cambios fisiológicos en el cerebro, como en el volumen tisular de determinadas Áreas. Quienes lo practican reaccionan más rápido a los estímulos y son menos propensos a sufrir ciertas formas de estrés.
La meditación se presenta como un tratamiento eficaz para la depresión y el dolor crónico además de ayudar a cultivar una sensación de bienestar general.