La sensación de malestar tan solo ante la idea de ser tocado o tener que tocar en cualquiera de sus formas, el sentimiento de rechazo ante los besos, abrazos o ante el simple hecho de dar la mano se vuelve algo poco comprensible para la persona que lo experimenta y se pregunta porqué le pasa esto. Existen diferentes razones que lo justifican.  

El ser humano posee dos movimientos básicos en base a su propia construcción psicológica saludable que son de vinculación o apego y de desvinculación o desapego. Como mamíferos que somos precisamos del contacto físico junto con la mirada atenta y amorosa de la madre. Ser mecidos, arrullados, besados, abrazados y contenidos emocionalmente es básico para un desarrollo emocional saludable.  

La búsqueda del contacto físico como forma de sentirnos seguros puede verse gravemente dañada y alterada. En este sentido una de las primeras razones que podrían explicar este hecho tiene que ver con la existencia de un trauma relacional temprano. Es decir, la persona ha experimentado siendo niña/o situaciones de abuso físico o sexual, maltrato, abandono, negligencia o como consecuencia de no haber recibido pocos o ningún contacto físico.

La vivencia de padres fríos, la ausencia de la experiencia de contacto físico y accesibilidad afectiva de niña/o puede provocar una salida pendular de la experiencia temprana o bien por medio del rechazo y la dificultad al contacto o bien con la necesidad compulsiva de ser tocado y tocar constantemente.

La ausencia de modelos de demostración y expresión del afecto puede dejar sin referencias naturales al infante que pasa a normalizar la inhibición y el rechazo de las propias emociones experimentadas.

Dependiendo de las experiencias vividas y de la propia estructura de personalidad puede desarrollarse este rasgo evitativo en algunos y esquizoide en otros. En un continuo de secuelas de daño vamos desde la timidez ordinaria a la ruptura psicótica con el otro. La aversión al tacto puede ser de orden esquizoide en el sentido de que la persona ni desea ni echa en falta el contacto. Pero el caso que traemos aquí tiene que ver con el miedo y la respuesta irracional al contacto físico (hafefobia). En este ultimo caso la persona le gustaría tener la experiencia positiva asociada al contacto sin embargo aparece de forma reactiva una aversión y un malestar profunda que hace que se retire, evite o escape de esa experiencia. Existe el deseo profundo pero el miedo no lo permite.

No debemos olvidar que tocar o ser tocados amplifica la experiencia emocional y las personas con altos rasgos de exigencia, perfeccionismo y control en su personalidad pueden quedar expuestas a la sensación de descontrol sobre la experiencia de sus propias emociones que permanecían contenidas.

Ese rígido control es la consecuencia del dolor emocional ante la experiencia de rechazo cuando se es niña, un dolor que viene de fuera, generalmente de las figuras que tendrían que haber actuado como apegos seguros. El entorno por tanto es vivido como peligroso, hostil y amenazante. Experiencia que queda grabada a fuego en la mente de la persona.   

Dr. Ricardo Bravo de Medina

Psicólogo Especialista en Psicología Clínica