Dependiendo de la expectativa que me cree o construya en mi mente sobre una situación, una persona, una idea, un valor o cualquier “objeto psicológico” con el que me pueda vincular, así será mi nivel de satisfacción o de malestar. Las expectativas pertenecen al sistema de creencias que poseemos, el cual está muy influido por la familia, el carácter, la cultura, la educación y nuestras experiencias.
Tenemos una mente valorativa que está continuamente chequeando el medio de forma autónoma no voluntaria y obteniendo información, la mayoría de las veces poco conscientes, son como pequeños “fogonazos” de información sobre lo que experimentamos tanto interna como externamente. Solo si nos paramos un segundo y nos preguntamos por ello nos daremos cuenta de lo que está ocurriendo. Todo esto es una fuente de información de la que debemos aprender a observar y ser conscientes con práctica.
Uno de los orígenes del mundo depresivo interno es vivir en una constante frustración con respecto a lo que espero y no encuentro en mí, lo que espero y no encuentro en los demás y lo que espero y no encuentro en la vida y el mundo que me rodea. Es decir, las expectativas no reciprocas. Las relaciones de pareja nos ofrecen un buen ejemplo de esto. Esperamos que el otro nos entienda, nos comprenda e incluso osadamente se haga cargo de nosotros lo que tiene como consecuencia un infierno relacional que acabará con el sufrimiento y muchas veces separación de ambos.
En síntesis, las expectativas son la base de la frustración con potencial de enfermarnos sino están bien ajustadas. Para todo esto la necesidad de aprender a pensar y la aceptación de lo que somos y de lo que son como punto de partida, así como la conciencia clara de que las creencias son hipótesis de la realidad y no la realidad
Dr. Psi. RICARDO BRAVO DE MEDINA
Psicólogo Especialista en Psicología Clínica