Es un hecho que hablar cara a cara, está íntimamente relacionado con una mayor satisfacción, mayor calidad de vida, crecimiento personal y disminución del sentimiento de soledad. Aun más, al oírnos a nosotros mismos hablar expresando ideas, imágenes y emociones mil veces mentalizadas, pero nunca verbalizadas, trasformamos nuestra propia realidad trascendiéndonos a un nuevo territorio psicológico.

Muchas personas que me visitan en la consulta se quedan sorprendidos, perplejos, no solamente por el desahogo o la cantidad del material revelado, sino ante el hecho de oírse hablar de aquellas vivencias que le hacen llegar hasta la consulta y de las emociones que le producen. Solo este incidente les proporciona una sensación de calma y alivio que ya es terapéutica en sí misma. Además de eso, sus contenidos mentales adquieren un espacio, un lugar central quedando iluminados, lo que le da un lugar de existir a la persona y de protagonismo en su propia vida.

Al hablar uno se escucha a si mismo, y al cristalizar su subjetividad en la palabra se observa a si mismo y con ello se conecta a la emoción. Conectarse a la emoción es vincularse afectivamente a sí mismo y poder sentirse en la relación que tiene uno con uno mismo. En los tiempos que corren, construir un buen vínculo con uno mismo para poder conocer que se siente hacia uno mismo y darse un lugar para pensarse a si mismo se vuelve harto complejo.

La comunicación cara a cara juega un papel central en nuestras vidas, es la actividad más eficaz para aumentar la calidad de vida y su longevidad, fortalece nuestro sistema inmunológico, previene dolencias físicas y psicológicas como por ejemplo la depresión y la ansiedad, aumenta la producción de serotonina en nuestro cerebro, induce estados de ánimo positivos, protege y potencia el desarrollo de la autoestima, nos ayuda a gestionar nuestra vida y mejorar nuestras relaciones.

Palabras expresadas cara a cara del tipo “lo siento” o “te quiero” nos trasforman por dentro. Cualquiera que haya tenido una experiencia en este sentido habrá podido comprobar que no es lo mismo pensar que se quiere, que decir “te quiero”. En este sentido me atrevería a decir que nos falta mucho de comunicación real, cara a cara sin interferencias y con profundidad. Al mismo tiempo que nos sobran distracciones propias de nuestra sociedad narcisista, compulsivo-adictiva y tecnológica.

Habla, habla, habla.

 

Dr. Psi. RICARDO BRAVO DE MEDINA

Psicólogo Especialista en Psicología Clínica