El abuso sexual supone un acontecimiento profundamente traumático en la historia y biografía de la víctima que puede tener consecuencias psicológicas devastadoras, con efecto tanto a corto como a largo plazo.

Los efectos a corto plazo se sitúan a lo largo de los dos años que siguen a los abusos. Los trastornos ansioso-depresivos y de socialización son los más comunes en este caso.

La repercusión de este impacto emocional además puede verse agravado o aliviado al depender de una serie de factores como puede ser la reacción de apoyo o de victimización por parte de la familia ante el descubrimiento de los hechos.

A largo plazo, si bien existen personas que pueden encajar este impacto sin desarrollar trastornos psicológicos posteriores, constituye un claro factor de riesgo en la aparición de trastornos psicológicos en el adulto. Todo el desarrollo psicológico normal del niño se puede ver dañado. Invadido por el miedo, la ansiedad, depresión y/o culpa cambia la percepción de sí mismo produciéndose un deterioro en su autoestima, su autoconcepto, el desarrollo de su autonomía y confianza básica. Cambia también la percepción de los demás convirtiéndose en negativa y con miedo al futuro que puede quedar vaciado de ilusiones y esperanzas.

La persona abusada puede desarrollar una sintomatología en la que aparecen pesadillas, terrores nocturnos, pensamientos intrusivos cargados emocionalmente con imágenes, emociones y pensamientos sobre el suceso traumático. Al mismo tiempo es común que trate de evitar todo aquello que se relaciones de alguna manera con el suceso, no solo en cuanto a lugares, personas o actividades sino también mentalmente con la aparición de amnesias, evitación de pensamientos o emociones determinadas. La afectividad se puede quedar congelada con la sensación de no poder disfrutar y de no poder amar. Todo esto va generando una gran desesperanza y la persona puede aislarse cada vez más con el tiempo.

La personalidad queda herida, el humor cambia pudiéndose mostrar más irritable más hipersensible a cualquier estimulo externo con problemas para dormir y problemas con la alimentación. Así mismo las funciones cognitivas pueden verse afectadas, es decir una clara disminución en su capacidad de concentrarse, memorizar o mantener una atención continuada por poner algunos ejemplos.

En definitiva, la sintomatología, sino se elabora adecuadamente, puede avanzar hacia una serie de trastornos psicológicos como por ejemplo el trastorno por estrés postraumático o el trastorno de la personalidad